Los efectos del cambio climático ya no son una amenaza lejana, un problema que se pueda postergar. Tal y como alertaron los científicos de la ONU hace unos meses,
la subida del nivel del mar, la acidificación de los océanos, las
sequías y las inundaciones van dejando su impronta en todo el mundo. Y
Estados Unidos, el segundo país —por detrás de China— que más gases de
efecto invernadero emite, es mucho más consciente desde que este martes la Casa Blanca hizo público un informe que alerta sobre las consecuencias del calentamiento en su territorio:
dependiendo de dónde vivan, los estadounidenses tendrán más dificultad
para acceder al agua, sufrirán más lluvias torrenciales o verán mermadas
las cosechas.
El informe, elaborado durante cuatro años por más de dos centenares
de científicos y varias agencias gubernamentales, pretende exponer la
literatura científica disponible acerca de un problema que preocupa a
todos los líderes mundiales. Especialmente, a medida que se acerca la decisiva cita que tienen el año que viene en París,
donde la cumbre del clima debería sustituir —y mejorar— el protocolo de
Kioto y asignar un nuevo reparto internacional de emisiones. El llamado
Informe Nacional del Clima es el tercero que encarga la Casa Blanca.
Sin embargo, ninguno de los otros dos presidentes apoyó sus conclusiones
como lo hizo ayer Barack Obama: el presidente dio varias entrevistas en
televisión para hablar del cambio climático.
¿Pretende Estados Unidos reemplazar a Europa en el liderazgo de la
lucha contra el calentamiento global? Manuel de Castro, catedrático de
la Universidad de Castilla-La Mancha y uno de los autores del último
informe del IPCC (el panel de expertos de la ONU), señala que aún es
pronto para asegurarlo —“el próximo año en París vamos a tener una
excelente ocasión de comprobarlo”, dice— pero valora que el hecho de que
Obama “haga bandera” del informe “podría hacer pensar que se va a tomar
más en serio el asunto”. El presidente tiene, eso sí, “muchos intereses
que juegan en contra, empezando por las reservas energéticas fósiles
que parece que les van a convertir en autosuficientes”. Aún no se puede
afirmar que EE UU se quiera poner al frente de la ofensiva global contra
el cambio climático, pero si quisiera hacerlo la UE ya no le disputaría
el puesto como antes. Tras meses de tiras y aflojas entre los Estados, Bruselas aprobó en enero un compromiso medioambiental para 2030 menos ambicioso que el actual, algo que se ha interpretado como un paso atrás en su liderazgo internacional en materia de cambio climático.
Desde Washington, en cambio, ayer se lanzó la que sus autores
consideran “la mayor señal de alarma” sobre la urgencia con la que EE UU
debe responder al desafío del clima. “Ya no estamos hablando de una
realidad futura. El cambio climático afecta a todas las regiones del
país”, afirmó John Holdren, director de la Oficina de Ciencia y
Tecnología de la Casa Blanca. El asesor defendió que el nuevo informe,
“el más exhaustivo y con mayor autoridad sobre cómo el cambio climático
está afectando a EE UU y lo hará en el próximo siglo”, aporta datos a
las autoridades para decidir qué medidas deben tomar. Datos que sirven
para que el cambio climático sea menos abstracto para el estadounidense
medio, explica al teléfono Lou Leonard, vicepresidente de cambio
climático de WWF en EE UU.
“El informe manda el mensaje de que el calentamiento ya está
sucediendo, y que se nota aquí, en el patio de atrás de cada ciudadano”,
añade.
En 2012, el mismo año que EE UU padeció los efectos del huracán
Sandy, la región central del país era víctima de una de las peores
sequías en su historia, un tercio de la población experimentó
temperaturas por encima de los 38 grados durante más de diez días y se
batieron 356 récords de temperatura en todo el país. El Informe Nacional
del Clima analiza los efectos de estos fenómenos en ocho regiones,
documentando sus consecuencias en el ámbito de la salud, el transporte,
el agua, las infraestructuras, la economía, la energía y la agricultura.
“Durante las últimas décadas hemos detectado los ámbitos en los que
ha impactado el cambio climático; ahora, por primera vez, podemos
conectar a todos entre sí”, explica Jerry Melillo, presidente del
Laboratorio de Biología Marina y asesor de Obama. El cambio climático
“afecta a la solvencia y capacidad del sistema de transporte” de EE UU,
según el documento, disparará los efectos por “inundaciones en
aeropuertos, bahías, puertos, túneles y líneas de tren”, y continuará
desafiando la red de producción de energía del país y amenazando la
salud de las personas a causa de “incendios, descenso de la calidad del
aire, problemas de salud mental y enfermedades transmitidas por la
comida el agua o mosquitos”.
La Casa Blanca defiende que el estudio servirá para convencer a los
escépticos. Obama necesita su apoyo, especialmente entre los
republicanos de la Cámara de Representantes, para aprobar las medidas
que permitan responder a los desafíos del clima cuanto antes. El plan
contra el cambio climático de la Casa Blanca, de 2013, proponía
inversiones en infraestructuras, como carreteras, puentes o incluso
hospitales que tengan garantizado su funcionamiento durante huracanes o
inundaciones.
El informe relata que durante las últimas cinco décadas las
precipitaciones torrenciales han aumentado un 71% en la región del
noreste, un 37% en el centro del país y un 27% en el sur. Las altas
temperaturas —con una subida media de un grado en los últimos 100 años—
pueden ascender 4,5 grados a finales de este siglo. El texto añade que
el mayor desafío al que se enfrenta el país es la subida del nivel del
mar en la costa Este: la previsión es que ascienda más de 10 centímetros
antes del fin de siglo. Los expertos destacan el esfuerzo que deberá
hacer la ciudad de Miami para protegerse, con un proyecto
multimillonario para evitar los efectos de las inundaciones. En el
suroeste, las largas sequías dificultarán la lucha contra los incendios.
La Casa Blanca alerta también de los efectos del cambio climático en
la economía. Según sus estimaciones, la reconstrucción y los destrozos
causados por el huracán Sandy tienen un coste de 65.000 millones de
dólares (47.000 millones de euros). Los efectos de la sequía y las olas
de calor costaron otros 21.500 millones de euros y las consecuencias por
el empeoramiento del clima en todo el país, 7.900 millones de euros
más. El informe destaca asimismo que el coste de no actuar es entre
cuatro y diez veces superior al de invertir ahora en medidas de
mitigación de los efectos del cambio climático.
Por: Cristina F. Pereda / Elena G. Sevillano - Para: El País
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